El concepto de conservación preventiva, que viene acuñándose desde hace dos décadas, recientemente ha venido a determinar su valor como herramienta de gestión, así como argumentación para el desarrollo de los planes estratégicos del los modelos de conservación del patrimonio cultural.

El termino de conservación preventiva aparece con la reciente crisis económica, ante la disminución de recursos dedicados a la conservación, motivo por el que las instituciones comienzan a elaborar planes para cualquier conjunto de bienes o individuales.

Cierto que a través de los programas establecidos se llega a la minimización, racionalización y priorización de los procesos de conservación del patrimonio cultural, mas no hay que olvidar que la conservación preventiva exige un trabajo sistemático, y de realización de un esfuerzo sostenido a través de una formación adecuada, unas determinadas estructurar organizativas y modelos de gestión integrados en las instituciones, dando de esta forma paso a los denominados modelos de conservación.

El verdadero valor de la conservación preventiva radica en la mejora sustancial del estado de conservación de los bienes culturales a través de un método de trabajo que permite detectar y controlar los procesos de deterioro en los bienes a conservar.

Incluyendo dentro de los esquemas del análisis de riesgos un proyecto de uso y valor del bien cultural, bajo el concepto de uso compatible que facilite el acceso de la sociedad a estos bienes, da como consecuencia una disminución en la aplicación de costosas y complejas inversiones, tanto dentro del patrimonio inmueble como en la restauración de objetos y colecciones del patrimonio mueble.

En definitiva se tiende, dentro del sector de la conservación del patrimonio cultural, a una racionalización de las inversiones, y a la posibilidad de una planificación sustentada en un esquema objetivo de prioridades.